José Manuel Silva

La bolsa no es la vida

Por: José Manuel Silva | Publicado: Martes 12 de agosto de 2014 a las 05:00 hrs.
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En los últimos doce meses la bolsa chilena es uno de los mercados que más ha caído en el mundo medido en dólares. Incluso algo más que la Rusia expansionista de Putin. Es cierto, la bolsa no es la vida y hay numerosos temas más relevantes que el mercado bursátil. Sin embargo, éste es un termómetro de la sociedad en la que está inserto y sus vaivenes muchas veces reflejan pulsaciones que van más allá de lo meramente financiero. Los mercados bursátiles suelen anticiparse a tendencias macroeconómicas, sociales y políticas.

Hasta hace pocos, y por largos veinte años, la bolsa chilena fue un refugio dentro del contexto latinoamericano cuando aumentaba la incertidumbre global. Hoy ha dejado de serlo. Incluso, en los últimos meses no ha participado del alza que favoreció a los mercados de México, Brasil o Argentina.

Esta última alza muestra bien que para los mercados bursátiles la política y las políticas sí son relevantes. Brasil y Argentina han subido sólo porque ha aumentado la posibilidad de que sus actuales gobiernos, considerados como negativos por el mercado, pueden cambiar. Dilma Rousseff ha comenzado a caer en las encuestas como consecuencia del pobre desempeño de la economía brasileña por ya varios años. Lo mismo ocurre en Argentina. Los mercados celebran. La bolsa brasileña ha subido un 10% en dólares en lo que va del año a pesar de un pobre desempeño macro, Chile cae un 4.

En México ocurre lo contario. Un gobierno que se atreve a plantear reformas estructurales que incrementan el rol del sector privado (“el lucro”) es premiado por el mercado a pesar de que las cifras de crecimiento actuales son mediocres. Así, mientras la bolsa brasileña cayó un 16% durante el 2013 y la chilena un 21%, la mexicana subió un 0,3% (había subido ya un 30% el 2012, mientras Brasil subía sólo 0,44%).

Estas cifras muestran que quienes señalaban porfiadamente que los anuncios de reformas estructurales de corte redistribucionista no afectarían nuestra economía y nuestro mercado se equivocaban. La bolsa chilena ha digerido mal la amenaza de alzas sustanciales en los impuestos corporativos y personales (les guste o no una parte importante de los profesionales de Chile tienen sociedades de inversión). Ha digerido mal la amenaza de reformas laborales que rigidicen este relevante mercado, ha digerido mal la posibilidad de un cambio constitucional que reemplace el derecho de propiedad por derechos sociales (¿qué son? ¿quién los define? ¿cómo se financian?) y ha digerido mal la posibilidad de cambiar el sistema de AFPs. Se anticipó, cayendo, como suele hacerlo, a la brusca caída en la inversión que estamos presenciando el 2014. Está claro, el mercado y las retroexcavadoras no se mezclan bien. A no ser que éstas se usen para crear una sociedad más competitiva y abierta al mundo.

Alguien dirá que eso no importa. Que es el costo a pagar por una sociedad más “justa e inclusiva”. Que la bolsa es preocupación de pocos. Sin embargo ésta refleja las expectativas de crecimiento en las utilidades de las empresas de un país. Las utilidades, en un mercado abierto y competitivo, se derivan fundamentalmente de las inversiones realizadas por las empresas y de cuán exitosas serán en generar más utilidades. Las inversiones, a su vez, generan empleo. Las utilidades y el empleo, al crecer, generan más impuestos. Estos, si son bien utilizados, producen los bienes públicos (seguridad, justicia, educación), muy necesarios para que haya más inversión. El círculo virtuoso así se cierra y el país progresa.

Cuando la bolsa de un país cae en términos relativos, es fundamentalmente porque los inversionistas de todo tipo piensan que este círculo virtuoso está en riesgo. La inversión se ha hecho más riesgosa y por lo tanto por cada peso de utilidad generada por las empresas, el mercado está dispuesto a pagar menos. Ello encarece el costo de financiamiento de los proyectos. Estos dejan de hacerse, se postergan o se reducen. Se crean menos empleos, se generan menos impuestos. Caen las pensiones, parcialmente invertidas en la bolsa. Se inicia un círculo vicioso difícil de romper cuando agarra vuelo.

Si los mercados creyeran con alguna certidumbre que los mayores impuestos y regulaciones serán a la larga beneficiosos (“mas educación significa trabajadores más productivos”), no bajarían por el anuncio de más impuestos. Pero ellos saben que existe una posibilidad alta de malgastar este dinero extraído a la fuerza (“universidades argentinas”). También saben que las expectativas generadas son muchas y la probabilidad de satisfacerlas pocas. Luego, que más impuestos vendrán, dado que la igualdad es como un espejismo en el desierto, nunca se alcanza.

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